CONTRAPSICOLOGÍA Y ANTIPSIQUIATRÍA, Josep Alfons Arnau (Jau)
[Fuente: "Primera vocal.
Archivo de Textos sobre Salud Mental y Revuelta" :
http://primeravocal.org/contrapsicologia-y-antipsiquiatria-de-josep-alfons-arnau-jau/]
«¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (…) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es.»
Albert Camus - El hombre rebelde.
En primer lugar quiero agradecer a la Asamblea Anti T.A.V., y en particular a Paulino, la invitación a estar aquí en esta acampada para charlar con vosotros y vosotras, al tiempo que comunicaros mi humilde apoyo a la lucha contra un «deprisa, deprisa…» que pretende imponer el sistema capitalista, en su versión neo-liberal globalizadora y en nombre de los negocios- ya sabéis que negocio es negación del ocio. Un «deprisa, deprisa…» que arrasa hábitat natural, de animales, plantas y todo tipo de organismos vivos y que justificándose en nombre de la comunicación paradójicamente incomunica a poblaciones entre sí, por ejemplo a muchas de las situadas en el territorio por el que se pretende que pase el T.A.V. con la construcción de sólidas e imponentes alambradas para hacer inatravesables los raíles. Y un «deprisa, deprisa…» que es, obviamente, estresante y posiblemente negativo para los ritmos biológicos del ser humano, que haberlos haylos, tratándose de lo que se llaman ritmos circandianos.
En primer lugar quiero agradecer a la Asamblea Anti T.A.V., y en particular a Paulino, la invitación a estar aquí en esta acampada para charlar con vosotros y vosotras, al tiempo que comunicaros mi humilde apoyo a la lucha contra un «deprisa, deprisa…» que pretende imponer el sistema capitalista, en su versión neo-liberal globalizadora y en nombre de los negocios- ya sabéis que negocio es negación del ocio. Un «deprisa, deprisa…» que arrasa hábitat natural, de animales, plantas y todo tipo de organismos vivos y que justificándose en nombre de la comunicación paradójicamente incomunica a poblaciones entre sí, por ejemplo a muchas de las situadas en el territorio por el que se pretende que pase el T.A.V. con la construcción de sólidas e imponentes alambradas para hacer inatravesables los raíles. Y un «deprisa, deprisa…» que es, obviamente, estresante y posiblemente negativo para los ritmos biológicos del ser humano, que haberlos haylos, tratándose de lo que se llaman ritmos circandianos.
Dicho esto me presentaré, me llamó Josep Alfons y en los últimos años me llaman Jau, para abreviar pero más por simpatía con el deseo de ser piel roja, deseo que todos los niños hemos sentido y que algunos adultos aun mantenemos vivo, y hablaré en tanto y como he sido invitado a hacerlo, es decir, como uno de los redactores y editores del Boletín de Contrapsicología y Antipsiquiatría: El Rayo Que No Cesa. Un boletín con regularidad anual, un anuario pues, que elaboramos con mucho esfuerzo desde hace tres años en Barcelona unos pocos compañeros y compañeras que estamos relacionados con lo terapéutico, por fortuna con la colaboración y el apoyo de cada vez más gentes. La redacción de este boletín anual que va por el número tres editado, la componemos en este momento la Conchi, la Estela, el Pep, la Yolanda, el Víctor, la Elena y yo mismo, es decir, cinco psicólogas y psicólogos, una socióloga y un educador social. Esta última profesión, educador social, es la que por mi parte ejerzo desde hace una veintena de años y en buena parte de este tiempo he trabajado en salud mental y también con chavales y chavalas a los que se caracteriza como en situación de riesgo social al que por cierto no sólo ellos están expuestos sino que a su vez la mayoría de la población.
Centraré la ponencia sobre un tema que podría enmarcarse con la siguiente interrogación: ¿qué es eso de la antipsiquiatría y la contrapsicología?, por ser de lo que nos habéis pedido que hablemos. Para que después charlemos todos juntos sobre ello o sobre aquello que el transcurrir del diálogo vaya haciendo surgir. Intentaré ser conciso y en la medida de lo posible breve, puesto que es en el debate que entre todas y todos tengamos donde, en todo caso, aparecerán las conclusiones que conjuntamente podamos sacar en el día de hoy, conclusiones siempre provisionales y abiertas dado que son las únicas útiles.
Antipsiquiatría es un término que acuñó el terapeuta y filósofo revolucionario David G. Cooper en los años sesenta en Inglaterra, y remite a un movimiento que se inició en esa época poniendo en cuestión a la psiquiatría fundamentalmente pero también a la psicología, al trabajo social, a la pedagogía, a la educación, a la criminología, …hegemónicas- y desde dentro de estas disciplinas. Una puesta en cuestión fundamentalmente del pretendido carácter terapéutico del hacer hegemónico de tales disciplinas. Terapia proviene etimológicamente del griego de la palabra therapeueien y su significado es servir y/o cuidar.
El movimiento antipsiquiátrico tuvo su mayor incidencia en el campo de la salud mental, dado que los que lo impulsaron en su inicio eran- y son los que siguen vivos- mayoritariamente psiquiatras: gentes como el ya nombrado Cooper, o como Ronald D. Laing, Franco Basaglia, E. González Duro, J. Berke, Ramón García, Morton Schatzman, Onésimo González, Thomas S. Szasz, Guillermo Rendueles, Aaron Esterson, … aunque también con la participación de gentes que habían pasado por el ser etiquetadas como esquizofrénicas, como Mary Barnes o sociólogos como Irving Goffman y filósofos como Jean Paul Sartre o Michel Foucault… La lista es larga y estoy seguro de haber omitido muchos nombres.
La situación concreta en la que surgió y posteriormente se desarrolló el movimiento antipsiquiátrico era favorable, en la medida en que se producía en pleno desarrollo intelectual y teórico-político por parte de las fuerzas progresistas- de lo que es exponente aportaciones como las de Marcuse, Althusser, Marta Harnecker,…- al calor de la ofensiva de intento de cambio social por parte de los de abajo: Es la época del Vietcong, de la revolución cubana, del Che en Bolivia, de los Tupamaros en Uruguay, del Ejercito Revolucionarios del Pueblo en Argentina, del mayo francés y el llamado mayo rampante italiano, de Allende en Chile, del movimiento antinuclear y pacifista en USA y de los Panteras Negras, de la lucha contra el consejo de guerra de Burgos en el estado español, de la revolución de los claveles en Portugal, …y la antipsiquiatría como parte de ese movimiento logró avances considerables. Uno de esos avances, tal vez el más conocido, es la oposición a los manicomios en tanto que son instituciones totales, es decir, instituciones de control de la totalidad de la vida de las personas que en ellas son retenidas. Oposición de la que fue ejemplo, en los setenta, el desmantelamiento del manicomio de Trieste en el norte de Italia, con Basaglia y sus compañeros/as forzándolo, o las experiencias de comunas terapéuticas en Inglaterra tanto dentro de la red pública- como Villa 21- o fuera de ella -como Kingsey Hall.
La Antipsiquiatría en el estado español, como dice el amigo Ramón García en su libro: Historia de una ruptura, el ayer y el hoy de la psiquiatría española, «pasó por un túnel», el mismo «túnel» por el que durante mucho tiempo han pasado en general los movimientos de crítica resistiendo el machaque, cuyo inicio podemos situar a finales de la década de los ochenta, por parte de esa apisonadora que se pretendía ser «el fin de la historia» y que se ha adjetivado con precisión como el pensamiento único, impulsado por la globalización del capital en su actual forma neo-liberal y que en el estado español aplicó primero el PSOE y ahora está haciéndolo el PP.
Es importante señalar que la antipsiquiatría no es un «modelo», como puede serlo el psicoanálisis en lo psicológico, o la escuela libre en lo educacional, … en la antipsiquiatría conviven diversos modelos- desde el psicoanálisis fenomenológico existencial, al humanismo radical, lo sistémico, o la contraescuela (contrauniversidad, por ejemplo, que dijera Cooper), entre otros …- más con un argamasa común: oponerse a la perversión que implica la utilización de todo un arsenal de disciplinas pretendidamente terapéuticas o/y de conocimiento para sostener el statu quo.
En efecto, en lo teórico y sintetizando mucho, podríamos decir que lo que la antipsiquiatría plantea, sociológicamente hablando, es un análisis de las pretendidas ciencias de la salud mental, del trabajo social, de la educación, …como aparatos de control social en cuanto a sus paradigmas mayoritarios de análisis e intervención, y en ese sentido la antipsiquiatría hizo suya la siguiente tesis:
La contemporaneidad occidental hija de la revolución burguesa del siglo XVIII, cambió las relaciones entre explotadores y explotados, o si se prefiere entre poder y súbditos, ahora ciudadanos. Pasando de centrar el peso de la dominación social desde el control físico de los cuerpos- con los castigos torturantes medievales y las ejecuciones públicas ejemplarizantes como representación máxima- al intento de control de las mentes con la educación universal y obligatoria, la pedagogía, la psiquiatría, el trabajo social, la psicología, la criminología… , en tanto que substitutivos más sofisticados de la más burda y por ello más inefectiva religión que era la que jugaba ese papel en la llamada edad media. Lo que antes era pecado ahora será enfermedad mental, antisociabilidad, fracaso escolar, …
Esto no quiere decir que la contemporaneidad occidental no ejerza control físico sobre los cuerpos de sus ciudadanos. Lo sigue haciendo y brutalmente por cierto, como por ejemplo hace unos meses ocurrió en Goteborg y hace pocos días en Barcelona y después en Génova, donde las policías sueca, española e italiana son responsables primeras y directas respectivamente de un tiro por la espalda a un manifestante antiglobalización, de la perdida de un ojo de un compañero del movimiento de okupación por un balazo de goma, del asesinato de Carlo Giuliani, de asaltos brutales a centros de prensa y de agresiones a los/as detenidos/as en las comisarías. Hechos que han puesto de nuevo sobre la mesa el necesario debate social, que en nuestras ciudades plantean algunas pintadas callejeras y consignas gritadas en manifestaciones, al respecto de si la policía lejos de proteger a la ciudadanía lo que hace en realidad es torturar y asesinar.
La tesis de la antipsiquiatría a la que me he referido, no pretende pues y obviamente que la violencia física no siga siendo una de las formas con la que los poderosos mantienen ese su poder a través de la agresión física, con la eliminación o daño que genera a los que la reciben directamente y el miedo que produce en ellos y los demás, creación de miedo que es en último término uno de los objetivos centrales de la represión- como señala con claridad el interesante trabajo al respecto de algunas formas de abordar el cuidado terapéutico de las personas que son o han sido objeto de la represión y que recogen CM. Beristain y F. Riera en su libro: Afirmación y resistencia, la comunidad como apoyo. Sino que esa tesis de la antipsiquiatría que he planteado, subraya que esos métodos de la brutalidad; de la represión pura y dura, de los golpes y vejaciones en las comisarías- es decir, torturas-, de los balazos de goma en el ojo y de los tiros por la espalda o en la frente- es decir, intentos de asesinato y asesinato consumado- y de los asaltos militares, «a la chilena», a centros de prensa libre; plantea que esos métodos precisan crear ideología, y concretamente ideología favorable al sistema, también para que se justifique su violencia, tanto la coyuntural de la que son fenomenos los hechos comentados, como la estructural de las desigualdades sociales, guerras…. Como al parecer decía Napoleón, uno de los mayores especialistas en la historia en represión: « la bayoneta sirve, pero no para sentarse encima de ella ». Si el sistema tuviera que sostenerse sólo o fundamentalmente por la pura represión y explotación física sobre su ciudadanía, entonces ese sistema estaría acabado.
En el crear ideología favorable al sistema capitalista, occidental le llaman otros, efectivamente las llamadas ciencias de la salud mental y las de la educación y lo social, juegan un papel muy importante- junto a los llamados medios de información: TV, radio, prensa, internet.
Una de las formas de crear ideología del sistema es negar racionalidad a cualquier otra forma de ver las cosas que no sea la del propio sistema, es decir, forzar la existencia del pensamiento único al que ya antes hice referencia. Declarar algo como no racional es lógicamente situarlo en lo irracional y eso en el ser humano, en occidente, en general se asocia a locura en tanto que enfermedad mental o a antisociabilidad. Podríamos decir pues, que el sistema tiene una fuerte tendencia a situar como enfermedad mental y conducta antisocial aquello que no puede digerir.
Pondré dos ejemplos de esto:
El DSM-IV, el manual por excelencia que utilizan en la actualidad para diagnosticar patologías mentales y conductuales la mayoría de los psiquiatras y psicólogos, considera como uno de los síntomas a tomar en cuenta para diagnosticar lo que se llama una conducta antisocial lo siguiente- cito de memoria: Irresponsabilidad consistente indicada por fallos en mantener una conducta de trabajo consistente o en cumplir obligaciones financieras. Más claro el agua, se considera uno de los síntomas a tomar en cuenta para diagnosticar lo que se considera una conducta patológica, la transgresión de un valor mercantil cual es el trabajo en el capitalismo y cual es el dinero.
El otro ejemplo es la información que una persona que tiene relación con la psiquiatría como paciente relataba hace poco: Un psiquiatra en una visita ambulatoria le corroboraba una mejoría manifiesta pero le advertía que podía ser contraproducente el vivir con la gente y en la casa en la que habita. La persona en cuestión es okupa. Se le venía pues a decir que las costumbres de vida de la okupación y las relaciones que genera, eran contraproducentes para su salud mental, siendo más escandaloso el hecho al tratarse concretamente de una casa cuyos habitantes han ayudado en mucho a la persona, y se han hecho cargo de cuidarla en situaciones en las que era necesario, digamos que los prejuicios del psiquiatra en este caso le impidieron ni siquiera intentar informarse al respecto.
Sobre esto quiero añadir que, y según informa el sociólogo Ignasi Pons, profesor de la universidad de Barcelona, en Canadá se ha constatado que en las casas okupadas las recuperaciones de personas que han pasado por lo que se llaman episodios psicóticos son más rápidas y más sólidas que en los hospitales o en otros entornos, posiblemente, a mi parecer, por lo comunitario de la relación y el respeto a la decisión de soledad en algunos momentos y el respeto a la diferencia que en estas casas impera.
Antipsiquiatría es oposición a ver y tratar la salud mental desde la óptica de los valores del satatu quo y a la violencia que eso implica contra la diferencia.
En la actualidad y en salud mental tal violencia toma efectivamente, formas variadas, dos más de ellas, las cuales me parece importante también señalar, son las siguientes:
La primera, la persistencia aun en muchos lugares de los manicomios- en el estado español en Catalunya y aquí en Euskadi, por ejemplo, perviven y en manos de instituciones religiosas algunos de ellos, combinado, por lo menos en Catalunya, con una tendencia a privatizar la estructura manicomial, a otorgarla, con nombres como el de Residencias Asistidas, a entidades privadas que gestionan tales residencias cual negocios.
La segunda es la vía mayoritaria en la que se sitúa la llamada red de asistencia en salud mental de una hipermedicalización, ya no sólo de las llamadas enfermedades mentales, sino que incluso de la vida cotidiana- con lo que se ha dado por llamar «medicación cosmética»: Prozacs y demás mercancías medicamentosas de este tipo. Un par de datos al respecto: En el estado español, según datos del Ministerio de Sanidad, el gasto en hipnóticos, sedantes, tranquilizantes, psicoestimulantes y neurolépticos pasó de una facturación de 27.594 millones de pts. en 1993 a 70.801 millones de pts. en 1997 y a 89.472 millones de pts. en 1998.
Y, como señalaba el amigo Onésimo González en una carta-artículo en marzo de este año corriente: « … en lo que se refiere a las relaciones entre la industria y la administración ( al margen de las relaciones de los laboratorios con los prescriptores, principal problema ético de la profesión - la de psiquiatra quiere decir el autor- en este momento histórico), es evidente que los investigadores de los centros públicos trabajan en los temas que marcan las empresas y que los intereses comerciales prevalecen sobre los científicos en los ensayos clínicos de los hospitales. Hasta el New England Journal of Medicina ha tenido que pedir perdón, recientemente, tras admitir que algunos de sus expertos estaban directamente asociados a los grandes laboratorios farmacéuticos, cuyos productos se encargaban de comentar en las páginas de la revista… ». La carta-artículo fue en princípio aceptada para su edición por parte de la revista en cuestión - «Archivos de Psiquiatría»- comunicándoselo al autor pero posteriormente rechazada para su publicación por parte de la revista de marras si no era modificada, a propuesta del «experto» de la misma que se encargó de su supervisión y esta previsto que sea publicada en la revista de la «A.E.N.- Asociación Española de Neuropsiquiatría.». Remito a los/as interesados en el tema de la medicación neuroléptica y sus usos actuales, a la lectura de dicha carta-artículo y también a la del trabajo de Guillermo Rendueles editado en « El Rayo Que No Cesa » nº 2.: Que son, es decir, como se usan los psicofármacos. Manual de supervivencia.
Esta hipermedicalización de los trastornos mentales, y también de la vida cotidiana como dije, en crecimiento isomórfico al de los ingresos de las multinacionales farmacéuticas, produce a su vez el abandono de la utilización de recursos terapéuticos, probados como útiles, como son la terapia individual de escucha, las terapias de grupo, el psicodrama … y produce a su vez una situación que suele impedir el poder encontrar medios materiales y económicos para desarrollar prácticas e investigar en técnicas terapéuticas como, por ejemplo, las prácticas de constitución de grupos de apoyo mutuo o las de terapia de red. Prácticas que en muchos terrenos, entre ellos y por ejemplo, en el de la escucha de voces- las llamadas alucinaciones auditivas-, parecen también dar resultados.- Sobre estos temas remito a los interesados/as a « El Rayo Que No Cesa » nº 3 y concretamente a los trabajos recogidos en éste con el título: Al respecto del fenómeno de las alucinaciones auditivas: Especial Escucha de voces. Hearing Voices Network y al artículo editado en « Lapsus » nº 1: Práctica de psicoterapia en red, de José Giráldez y Javier Toret (Asociación de Intervención Psicosocial Devenires).
Quiero dejar claro que la antipsiquiatría no se opone, ni lo hace la contrapsicología, a una utilización terapéutica de los medicamentos, sobre la base del principio inalienable del derecho de la persona receptora a decidir si quiere o no tomarlos, es decir, sobre la base del respeto al no del otro/a, y con una dosificación cuidada. Pero sí se opone abiertamente a la sobremedicación, al negocio y a la utilización de los neurolépticos y psicotropos en general, como único recurso y/o cual camisas de fuerza químicas o cual «cosméticos» psíquicos.
Digamos finalmente con respecto a la antipsiquiatría, que esta se sitúa en una visión que podemos caracterizar como socio-existencial de la llamada enfermedad mental- siendo este último concepto a distinguir del de enfermedad cerebral en el que se incluirían aquellas enfermedades con clara causa somática, ya sea de origen traumático, genético o infeccioso y añadiendo que hasta en estas últimas, como está claramente establecido, los factores sociales y biográficos y de posibilidad o no de realización del deseo, influyen en mucho, en algunos casos en su surgir o no y en todos en como cursa la enfermedad (ver a este respecto los trabajos del neurólogo Oliver Sacks, por ejemplo). Es decir, la antipsiquiatría se sitúa en el mirar hacia la estructura social, en lo micro y en lo macro, y hacia lo biográfico y el deseo de cada cual, para encontrar una visión comprensiva del sufrimiento emocional, incluido lo que llamamos locura, y en la busqueda de una salida positiva a este, vale decir una salida terapéutica.
En cuanto a la contrapsicología su existencia, con tal nombre, es más reciente, su nacimiento se puede fechar en 1995 con la creación de un colectivo, en Barcelona, que se llamó Esquicie y que, cumplida su tarea, disolvimos en enero del 2000 para continuar con la elaboración de la revista, de profundización teórica, divulgación de practicas terapéuticas y de denuncia que es el El Rayo Que No Cesa, cuyo primer número recogió los trabajos de un seminario de antipsiquiatría y contrapsicología que el ya disuelto y antes nombrado colectivo Esquicie había
organizado en 1998.
La contrapsicología es joven aunque sus raíces son añejas y el tronco principal de tales raíces es la antipsiquiatría, de la que no pretende diferenciarse sino de la que es parte. Contrapsicología es fundamentalmente un intento de recoger la experiencia de la antipsiquiatría, y también de otras corrientes críticas, para aplicarla y desarrollarla en el campo de la psicología y de la llamada educación y el trabajo social. Y añadamos que lógicamente no pretende ser tampoco y pues un modelo de intervención: Cuantas más contrapsicologías existan mejor. Es también un intento de desarrollar prácticas de intervención terapéuticas al servicio de los de abajo y no del sistema. Un intento de invertir las reglas de unas disciplinas de estudio y profesiones que ahora están mayoritariamente al servicio del poder. Y es y pues, también una llamada de atención, a los profesionales- psicólogos, trabajadores sociales, educadores…-, a los que son atendidos por estos profesionales y a la población en general, sobre la necesidad de oponerse a la perversión de lo que debería ser ayuda y que se convierte en control social o/y en muchos casos en negocio.
Sintetizando, contrapsicología es denuncia, estudio y actividad terapéutica.
En cuanto a la denuncia:
La contrapsicología es la denuncia de que la psicología ha perdido su objeto de estudio, en tanto que psicología básica, objeto de estudio que debiera ser las diversas formas del aprehender por parte del ser humano de aquello que llamamos «realidad»- o realidad compartida. Es decir, el estudio de las formas de la experiencia del ser humano- de los modos del «experienciar» haciendo un neologismo. Y la denuncia de que la psicología ha perdido a su vez su objeto práctico- en tanto que psicología aplicada- que debiera ser la ayuda frente al sufrimiento emocional y sólo cuando es libremente demandada tal ayuda.
Efectivamente, la psicología hegemónica, es decir, la que se enseña mayoritariamente en las facultades y se aplica en la calle, pierde su objeto de conocimiento y pervierte su practica en tanto que debiera ser terapéutica- ya dije que terapia significa servir y cuidar- cuando su desarrollo va en las siguientes direcciones:
La vía de la colaboración en las cárceles en la modulación de las penas, es decir, en el aconsejar el otorgar o no grados de libertad a los/as presos/as, a partir de los llamados equipos de tratamiento- regulada su actividad por los artículos 59 y 62 de la Ley Orgánica General Penitenciaria. No se trata de negar ayuda terapéutica a quien haya cometido un delito o/y este encarcelado- aunque las cárceles y dado que no rehabilitan sino que suelen empeorar la situación de quien en ellas es encerrado, son obviamente a abolir y las pueblan gentes de abajo que cometen en general pequeños ilegalismos: al parecer hoy por hoy la mayoría de la población reclusa en el estado español lo es por transporte o venta de drogas, tipificado ello como «delito contra la salud pública», y la estadística de a que tipo de clase social y etnias y razas pertenecen los reclusos y las reclusas, habla claro de que es efectivamente cierto, que las cárceles las pueblan de forma mayoritariamente abrumadora desposeídos/as económica y socialmente. No se trata, decía, de negar ayuda terapéutica a quien sea encarcelado/a, pero y sin embargo, nada tiene que ver con ello el ejercer de carceleros, aconsejando quien sí y quien no tiene derecho a régimen abierto o cerrado. Por otro lado el silencio de la psicología llamada forense y de la mayoría de los educadores y trabajadores sociales que intervienen en los presidios, sobre la situación escandalosa en las cárceles en el estado español- con alto número de muertos: algunos por homicidio, otros por suicidios y otros por sobredosis; hacinamiento; alta violencia; malos tratos; régimen de aislamiento hasta ayer llamado FIES; alejamiento de los/as presos/as de sus lugares de origen; existencia de calabozos inmundos de aislamiento, … por ejemplo- es cuando menos un silencio vergonzoso sino cómplice.
Terapia no tiene nada que ver con modulación del castigo o silencio ante su presencia.
La vía de la colaboración con los empresarios, la banca y con las multinacionales, por ejemplo en las Empresas de Trabajo Temporal (E.T.T.s), a través de la llamada psicología industrial y de las organizaciones, implementando métodos de selección de los/as trabajadores/as, con un arsenal de tests y técnicas de entrevistas modelo interrogatorio policial, que buscan «descubrir» pretendidos rasgos caracteriológicos y actitudes para una mayor productividad y/o que garanticen paz laboral. Y a su vez, la vía de la colaboración en la producción mercantilista- es decir, de fabricación de productos con esencialmente valor de cambio y un valor de uso generalmente individual y socialmente inútil, cuando no claramente perjudicial- con despliegue de métodos para hacer crecer tal producción y, a su vez, la colaboración en la venta de tales productos a través de la publicidad.
Terapia no tiene nada que ver con la paz laboral buscada por los empresarios- sin entrar aquí al respecto de si es o no positiva socialmente esa paz en lo laboral-, ni terapia tiene nada que ver con productivismo, publicidad y consumismo.
La vía, en lo educativo con la llamada psicopedagogía, en la colaboración con sistemas de segregación de la diferencia, por ejemplo en residencias de acogida y otros recursos teoricamente de protección de la infancia …, y en la aplicación en estos de métodos conductistas de imposición de regímenes de vida disciplinaria nada educativos: en tanto que inhibidores de la propia inciativa al oponerse a ambientes de crecimiento en libertad. Y diagnósticando como deficiencias a lo «no normal»- es decir, a lo no mayoritario estadisticamente según la famosa campana de Gauss o curva normal-, por ejemplo con la promoción de incapacitaciones legales en multitud de los casos absolutamente innecesarias- y hablo con conocimiento de causa en función de mi experiencia en el trabajo en tales recursos.
Y colaborando en dicha segregación en la escuela, y en estigmatizar a muchos/as niños/as y adolescentes, con, por ejemplo, diagnósticos por parte de algunosdemasiados- de los los llamados Equipos de Atención Psicopedagógicos (EAPs), sobre ciertos chavales/as en los institutos, que los expulsa del circuito oficial de educación, es decir, los externaliza hacia recursos especiales fuera de la escuela.
En Catalunya esto ha tomado la forma, en los últimos cuatro años, de creación de unos recursos llamados Unidades Escolares Externas en su inicio y que ahora llaman Unidades Escolares Compartidas, a donde derivan a los chavales que se diagnostica como adolescentes con problemas conductuales, y recursos que en Barcelona ciudad, por ejemplo, en el cien por cien de los casos están en este momento en manos de entidades privadas. Hay entre ochocientos y mil chavales de entre 12 y 16 años en Catalunya derivados a estas Unidades Escolares Compartidas – reguladas por la siguiente normativa: « Resolució del 19 de juny de 1997 (full de disposicions i actes administrátius del Departament d´Ensenyament nº
669, juliol 1997. Generalitat de Catalunya.) » y « Instruccions d´organització i funcionament de les Unitats D¨Adaptació Curricular (UAC) als instituts que imparteixen Educació Secundària Obligatòria i del procediment i les condicions d' adscripció d´alumnat a les Unitats d´Escolarizatció Externa (UEE). Departament d´Ensenyament, septembre de 1997. Generalitat de Catalunya.»
Y la vía de la colaboración por parte de la psicología hegemónica, en tanto que auxiliar de la psiquiatría oficial, en la persistencia de la violencia en el tratamiento de la llamada enfermedad mental, en el terreno de la psicología clínica. Una colaboración que se produce con la complacencia en la pervivencia del encierro manicomial en algunos lugares y con la política de hipermedicalización que antes señalé- hasta hay un movimiento entre psicólogos y profesores de esa disciplina que se plantean que deberían poder medicar como hacen los psiquiatras.
Colaboración con la violencia psiquiátrica con técnicas de intervención de nuevo de tipo conductista – castigo y premio- que pueden ser, como en el caso de la anorexia, muy agresivas. Quiero a este respecto de lo clínico, añadir algunos datos más sobre la situación de la red de salud mental:
No solo hay hipermedicalización y pervivencia en algunos lugares del manicomio, sino que lobotomizar es legal en este país- lobotomía con sus dos actuales versiones: la destrucción de masa cerebral con la técnica del rayo láser o la inutilización de masa cerebral privandola de riego sanguíneo con la llamada encapsulación-, el electrochoc también es legal y se aplica en la llamada psicosis y en la depresión mayor. Y por otro lado la asistencia pública se reduce a visitas trimestrales para controlar las tomas de medicamentos, visitas de unos quince minutos de media, combinado con ingreso si hay « brote », un ingreso que se realiza en situación, en la mayoría de los casos, de expropiación de todo tipo de derechos, recepción de medicación obligatoria, encierro y a veces hasta aislamiento y punto. En caso improbable de recomendarse una terapia psicológica, las listas de espera son impresionantes y si finalmente se accede a terapia psicológica esta se reduce, por sobrecarga de los profesionales, a visitas mensuales de unos treinta minutos- todo ello es así en Catalunya y por lo que conozco también mayoritariamente en todo el estado.
En el estado español hay más de 50.000 personas internadas psiquiatricamente, la mayoría contra su voluntad en la modalidad de lo que se llama ingreso involuntarioel código civil, reformado desde 1983, con su artículo 211 es el que regula el ingreso psiquiátrico involuntario. El número de personas ingresadas psiquiatricamente es curiosamente similar en nuestro país al de presos/as en las cárceles. Dos de los presupuestos legales para que se pueda ser encerrado en una institución psiquiátrica contra la propia voluntad, es decir, por la fuerza, son cuando menos poco objetivos, basándose en previsiones subjetivas de los profesionales y jurisconsultos, y ponen en cuestión el principio democrático de que el cuerpo de cada persona es patrimonio de cada individuo. Tales dos presupuestos para el internamiento psiquiátrico involuntario – sobre la base de la decisión de un médico y 24 horas después de un juez- son : Posible empeoramiento de la enfermedad y posible peligro de autodañarse. El tercer presupuesto legal es posibilidad de inflingir daño a otros. Se acepta entre los profesionales- y según informa el psiquiatra M. Desviat, uno de los editores de la revista «Psiquiatría Pública»- que tan sólo un 1% de las personas diagnosticadas de esquizofrenia se ven involucradas en situaciones de violencia, es decir un porcentaje ínfimo y no mayor que el que se da entre personas no diagnosticadas de tal modo.
Quiero dejar claro que la contrapsicología no se opone, ni nunca lo ha hecho la antipsiquiatría, a que en ciertas condiciones una persona se interne en un centro de salud mental, a lo que sí se trata de oponer es a la expropiación de derechos, a la medicación obligatoria y a la sobremedicación. A este respecto existen otras formas de abordar el internamiento- que debiera ser voluntario, cuando lo considera necesario la persona afectada.
Por ejemplo, en 1994 en Alemania, en Bielefeld, se planteó una experiencia a tomar en cuenta llamada « pacto de tratamiento », consistente en la firma de un documento entre paciente, una persona de confianza del mismo y las autoridades y el equipo terapéutico del centro de salud mental, sobre las condiciones en que la persona afectada será tratada en caso de futuro internamiento: tanto al respecto de condiciones de derechos como de toma o no de medicación y de que tipo… – a los/as interesados/as en el tema os remito al trabajo publicado en « El Rayo Que No Cesa » nº 2: En el río de las ideas « Im Strom der Ideen » Th. Bock, J.E. Deranders & I. Esterer (1994) y Del testamento psiquiátrico al pacto de tratamiento. En el camino hacia una mayor confianza. Asociación de personas con experiencias psicóticas de Bielefeld, Niels Pörksen, Angelika Dietz.
Terapia no tiene nada que ver con « dopar » con altas dosis medicamentosas a las personas, pervirtiendo la utilización terapéutica de los medicamentos que devienen de este modo, como dije ya, en camisas de fuerza químicas, ni terapia tiene nada que ver con agredir con cirugía de castigo o descargas eléctricas, ni con expropiar derechos y encerrar.
En cuanto al estudio:
La contrapsicología es estudio, desde una posición crítica sobre el pretendido status científico de la psicología- ver a este respecto el interesante artículo publicado en « Lapsus » nº 1: ¿Psicología y Ciencia? de Santiago Herrero (Versus)- y es estudio en tanto que expresa, y práctica, la voluntad de encontrar elementos formativos en hilos de la psicología, de la psiquiatría, de la educación, del trabajo social… que no se hayan doblegado y que hayan puesto en el centro la relación con quien recibe la ayuda, una relación en y para la libertad. Hilos de la psicología, la psiquiatría, la educación, el trabajo social… que se expresan en corrientes, algunas de las cuales ya he citado antes, representadas por gentes como W. Reich, Erich Fromm, Ivan Ilich, Cooper, Laing, Winnicot, C. Steiner…, la antipsiquiatría en el estado español, algunas aportaciones de Watzlawick…, y es estudio en la búsqueda de novedosas formas terapéuticas- el desarrollo comunitario, la ya nombrada terapia de red ….
En cuanto al estudio, quiero hacer algunas breves reflexiones más, dada la
importancia de esta tarea:
Desde la contrapsicología cuando se critican las practicas hegemónicas de las ciencias de la salud mental, de la educación y de lo social, no se esta planteando que lo terapéutico sea una tarea fácil, sino que tal y como se enfocan los problemas teóricos y la intervención en la actualidad no se avanza, pero ciertamente la intervención terapéutica es muy díficil y exige un alto esfuerzo de estudio. Lo que se plantea es que, y a su vez, el estudio en la actualidad, en las universidades- y en los cursillos «sacadineros» tipo postgrados, « masters » universitarios públicos u organizados por entidades privadas, …- lejos de acrecentar la curiosidad por lo humano, que es en definitiva el objeto de conocimiento de los/as terapeutas, suélese y al contrario matar tal curiosidad en nombre de «lo técnico » y de « las notas » y «los diplomas» en un ambiente meritocrático asfixiante y al servicio del sistema en cuanto a los contenidos programáticos. Así pues, es necesario por parte de las posiciones críticas, hacer el esfuerzo por crear lugares de estudio liberados, dentro de la universidad y fuera de ella. Un estudio que debe basarse en conjuntar práctica y teoría, es decir no libresco, sobre la base de lo que se ha dado por llamar «investigación-acción».
A este respecto del estudio- de contrauniversidad como ya dije que lo llamara Cooper-, quiero explicar muy brevemente algunas experiencias recientes:
La de los compañeros/as del colectivo de psicología crítica Versus de Málaga, creando grupos de trabajo en la universidad y utilizando sus instalaciones y medios en la medida de lo posible, grupos no jerárquicos de estudio sobre los temas que les interesan a sus componentes – antipsiquiatría, psiquiatría radical, esquizoanálisis…-, y la experiencia que en Barcelona desarrollamos las gentes que ahora hacemos El Rayo Que No Cesa de editar un tal boletín, traer a las universidades a dar charlas a gente comprometida en lo crítico- invitamos, por ejemplo, a dar conferencias a Leopoldo Maria Panero, a Ramón Garcia- o fuera de la universidad poniendo en pie un seminario de antipsiquiatría y contrapsicología que se reunió en el local social Espai Obert de Barcelona- como ya expliqué de este seminario nació el boletín El Rayo Que No Cesa. Seminario que se reunió tres sesiones durante un año, profundizando en tres temas: antipsiquiatría, experiencias de terapia y sobre infancia y marginación. O trayendo a nuestros lugares de trabajocuando lo tenemos y la situación lo permite- a compañeros que pueden aportar- por ejemplo propusimos a educadores sociales y maestros que trabajan en Unidades Escolares Externas invitar a Enrique Gonzalez Duro a charlar sobre el tema violencia, infancia, juventud y escuela, en un centro cívico del barrio barcelones del Besós, realizandose la charla.
En este momento está planteado reabrir en Barcelona el seminario de antipsiquiatría y contrapsicología, despues de tres años de no realización de encuentros del mismo, y en esta ocasión con reuniones mensuales y a tener lugar, a ser posible, en un centro social okupado, posiblemente y como más tardar a partir de enero del próximo 2002.
En efecto, no es nada fácil la tarea terapéutica y exige del estudio sistemático y es un suicidio epistemológico- y ontólogico también- que aquellos/as que son los que intervienen, o intervendrán en el futuro en el caso de los estudiantes,- en la red de salud mental, en servicios sociales, en centros de acogida, en la terapia individual, …- permitan que otros/as en su nombre teoricen sobre su actividad. Evitar tal suicidio implica tomar la organización de ese estudio necesario en las propias manos: construyendo grupos de estudio, editando revistas y materiales de profundización teórica y trasvase de experiencias, organizando charlas, construyendo seminarios,… tanto dentro de la universidad y los lugares de trabajo e intervención como fuera de estos, haciendo efectivamente, contrauniversidad.
Con respecto a la actividad terapéutica:
La contrapsicología es actividad terapéutica, en la medida en que, y en proporción a nuestras fuerzas, intentamos, en efecto, poner nuestros conocimientos y experiencia al servicio de la ayuda profesional a aquellos que caen en el sufrimiento emocional, en la locura, en la marginación, en los guiones vitales autodestructivos… , producto de situaciones complejas que crea el sistema socioeconómico actual.
A este respecto quiero dejar claro que la antipsiquiatría y la contrapsicología no niegan la existencia de la locura, la depresión…, el sufrimiento emocional en general o los guiones autodestructivos y la destructividad en general, lo que se sostiene es que su principales generadores son las relaciones enfermizas que produce el sistema- en la familia, en la escuela, en el trabajo, en los barrios dormitorio y contenedores…- con el modelo de ser alienado cual paradigma social, o para ser más precisos con el modelo de no-ser. Es decir, y parafraseando a Fromm, con la creación de una patología social que este llamó «carácter mercantil», consistente en percibir a las cosas como más importantes que a las personas, una forma de entender el mundo que introyecta en los seres humanos el capitalismo como ya analizara hace más de ciento cincuenta años el amigo Karl Marx, y que enrarece las relaciones humanas y convierte a muchos/as en chivos expiatorios o los vomita a una situación socioeconómica carencial en la que es muy difícil no enfermar: en este sistema todos/as somos lábiles.
Pienso que efectivamente aquellos que han elegido profesiones como la de psiquiatra, terapeuta ocupacional, enfermero/a psiquiátrico, monitor/a sociocultural, psicólogo/a, asistente social, educador/a social…, es decir los terapeutas, debieran no tratar «a» sino tratar «con» las personas que caen, tratar en el sentido de relacionarse y en tanto que relación de ayuda y no etiquetarlas y segregarlas cuando no violentarlas, que es lo que en demasiadas ocasiones se hace en la actualidad, y deberian, si son consecuentes, trabajar con estas personas y su entorno- crear red- para acabar con las condiciones económicas y sociales que producen sufrimiento, incluido el psíquico.
Para acabar ya, una reflexión final sobre algo que he planteado en un momento dado de esta exposición: aquello que dije sobre que la contrapsicología es fundamentalmente un intento dirigido a profesionales y afectados, de plantear la necesidad de asimilar prácticas realmente terapéuticas y desarrollar nuevas y un intento de sensibilizar a la población en general, sobre la necesidad de oponerse a la utilización como agencias de control social del sistema de disciplinas pretendidamente terapéuticas. La reflexión es que el nacimiento en su momento de la contrapsicología ha producido ya algunos pequeños resultados positivos, por fortuna y a mi parecer, gracias a su vez al esfuerzo que la antipsiquiatría en el estado español realizó por salir del « túnel » a mediados de los noventa- por ejemplo el ya nombrado libro Historia de una ruptura…se editó en 1995.
Resultados aun pequeños pero positivos, habiendo sido muy duro para algunos/as, todo hay que decirlo, y siendo el cansancio alto del que estamos intentando recuperarnos. Resultados por lo menos en el humilde acto de colaborar en renaudar la ruptura del silencio en este terreno de lo terapéutico, y porque aunque dificultoso de ser mantenido y desarrollado y sin garantías claro está de que así vaya a ocurrir, se puede, sin embargo, constatar ya algo importante: La existencia de diversos pequeños grupos como tales en diferentes lugares del estado español, que en los últimos años nos planteamos estos problemas -no siempre de la misma forma y, por suerte, con visiones a veces diferentes, y no todos desde la antipsiquiatría y la contrapsicología-, así como la creación de canales de comunicación y relación con grupos afines en otros países. De tal modo que profesionales, estudiantes y también afectados/as-supervivientes del Sistema de Salud Mental-, hemos estado comunicándonos y trabajando en común lo que ha producido el que se haya organizado un encuentro estatal sobre perspectivas críticas en psicología, psiquiatría y otras ciencias «psi», para el próximo octubre en Málaga, habiendo invitado a su vez a participar a compañeros/as de otros países.
Esperamos que tal encuentro consolide el inicio de construcción – o reconstrucción tal vez sería más preciso- de una red abierta de posiciones críticas en lo terapéutico, con el elemento común de ponerlas al servicio de los de abajo, del pueblo si se prefiere, utilizando lenguaje contemporáneo y antiglobalización: al servicio de un « cuarto estado »- es decir, ni lo monárquico, ni lo noble, ni lo burgués, sino el pueblo. «Cuarto estado » que parece resurgir desde la llamada de Chiapas en forma de resistencia o desde Seattle en forma ya de una cierta ofensiva incipiente.
Con esto doy por terminada esta ponencia introductoria del debate, que tal vez para algunos/as haya sido un poco larga, pero hay que tener en cuenta que se trataba de explicar qué es esto de la antipsiquiatría y la contrapsicología y que por aquí conocíais poco por lo que se me dijo al ser invitado a dar esta charla.
Obviamente esta es mi particular visión de lo que es la antipsiquiatría y la contrapsicología y por otro lado está claro, e insisto en ello, que lo llamado terapéutico es extraordinariamente dificultoso y complejo, espero que en el debate que ahora abramos podamos entre todos y todas profundizar más en ello, un debate que no tiene que ser necesariamente al respecto de lo que yo he explicado sino sobre aquello que más interese a cada cual en este tema.
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CAPITALISMO, PATRIARCADO Y SUBJETIVIDAD
Jose Luis Romero
El propósito de estas líneas es
telegrafiar las dinámicas estructurales mediante las que capitalismo y
patriarcado moldean las subjetividades según intereses económicos e identidades
de género que predisponen determinados perfiles psicopatológicos. Por razones
didácticas procederemos mediante un análisis general y secuencial de elementos
que en lo concreto, claro está, acontecen siempre matizados y entrelazados.
1. El capitalismo y la
configuración mercantil de la subjetividad
1.1. El capitalismo de
producción y la ética del trabajo
La identidad personal resulta de
un complejo entramado de vivencias relacionales. Pero el sentido de las mismas
siempre acontece en un contexto social e histórico. La subjetividad se nutre
de parámetros sociales. En la sociedad
capitalista, en concreto, la dimensión laboral ocupa un lugar privilegiado en
la configuración de nuestra identidad social. “¿Estudias o trabajas?”. No es
casual que tras el nombre, el género, la edad, la raza o el origen presentemos
nuestra identidad señalando su relación con el mundo del trabajo o de la
preparación formativa hacia el mismo. Sin embargo, hablamos de una
configuración mercantil -y no sólo laboral- de la subjetividad, donde confluyen
los complementarios procesos de producción y consumo propios del mercado
capitalista.
El capitalismo de producción,
incluida su modalidad fordista, subsume la problemática económica clásica -la
producción- en el contexto de la competencia mercantil: ¿cómo producir -del
modo más eficiente y competitivo- todo lo que se puede consumir? La
subjetividad que urge generar, en ambos polos de la estructura social formada
por burgueses y proletarios, es la del trabajador disciplinado. El implacable
aguijón de la competencia, distintivo del mercado capitalista, fomenta la ética
del trabajo. Los puntos de acoplamiento entre esta predisposición anímica y
el calvinismo de la religión protestante fueron señalados por Weber (1903),
pero aún antes por Engels (1880). Se trata de una identidad rígida
basada en la autodisciplina, el ascetismo y la represión del deseo, que toma el
trabajo como columna vertebral de la vida social. Desde la perspectiva
psicoanalítica se detecta cómo la represión del deseo y, por tanto, de la
pulsión y la sexualidad, predispone hacia el conflicto psíquico propio de la
neurosis represiva, que seguramente tiene en las modalidades de conversión
histérica y obsesiva sus representantes más prototípicos.
1.2. El capitalismo de consumo
y la ética del consumo
El competitivo e incesante
desarrollo tecnológico determina el tránsito hacia el capitalismo de
producción postfordista y el capitalismo de consumo, caracterizados
por una nueva ética del trabajo y por la ética del consumo.
Por un lado, el postfordismo
impone una nueva ética del trabajo, basada en la radical incertidumbre
resultante de la flexibilidad y precariedad laboral, a la par que se animan la
competitividad, el aislamiento y el individualismo de una imposible
autosuficiencia. La externalización promueve la actual figura del
“emprendedor”, figura retórica encubridora del falso autónomo. Ubicamos aquí
las estrategias de producción de subjetividad por parte del capitalismo
cognitivo sobre el nuevo “obrero social” (Negri 1980), cuyo “trabajo vivo”
difumina en grado extremo la frontera productiva entre trabajo y vida (Virno
2003). Su mistificada autonomía lo convierte en “emprendedor de sí mismo”,
responsable exclusivo de un éxito o fracaso conceptualizado como “personal” en
el excluyente tablero de la competencia laboral y mercantil. Ansiedad y estrés
ante unas expectativas de incierto cumplimiento, y depresión frente a la
reiterada constatación de su fracaso, son las notas sintomáticas
características del conflicto psíquico. La agresividad, el pánico o la ansiedad
específica de las fobias, por su parte, permitirían velar la angustia vital
originaria de una existencia volcada sobre una exterioridad instrumental y a la
vez fuera de control. Una neurosis cuyos motores son la angustia y la ansiedad
generadas por unos objetivos de importancia vital, de cuya consecución se
extrapola la valía personal del sujeto, pero imposibles de garantizar.
Por otro lado, la sobreproducción
y saturación mercantil promotoras del capitalismo de consumo invierten los
términos de la tradicional problemática centrada en la producción. El nuevo
reto de la economía será: ¿cómo consumir todo lo que se puede producir? El
objetivo ya no es tanto el disciplinamiento laboral con vistas a aumentar una
productividad sustentada, en un grado cada vez mayor, en la tecnología de la
máquina y en una minoritaria mano de obra especializada. Antes bien, se fomenta
una subjetividad bajo el dominio de la compulsión consumista, incapaz de
autocontrol e indefensa ante los estímulos mediáticos de la ideología felicista
(Berardi 2003) que azuzan su insatisfacción vital. Lejos de buscarse la
represión del deseo, se impone la negación de los límites y el paradójico imperativo de goce, un imperativo que
atormenta tanto por la inevitable falta como por el parcial logro de una
imposible satisfacción plena ideal más allá de todo placer asumible. Frente al
directo antagonismo represor de las formaciones neuróticas tradicionales, el
conflicto psíquico aquí se encuentra dinamizado por la angustia de la soledad y
del vacío (Recalcati 2003, Pascual 2008) y la consiguiente predisposición a la
sintomatología compulsiva, donde los trastornos de hiperactividad y déficit de
atención en los menores o de adicción en los adultos son ejemplos
paradigmáticos, e incluso puede rozar las fronteras narcisistas de la psicosis
o la perversión.
Incertidumbre y angustia por la
precariedad laboral y el inalcanzable ideal de autosuficiencia, de una parte,
más descontrol adictivo sometido al goce pulsional, de otra parte. Con estos
mimbres se trenza la identidad frágil, individualizada, flotante,
desenraizada, “liberada”, del actual “homo psicologicus” que adelantara Castel
(1986). Una fragilidad que condiciona la marginalidad social de los sectores
más vulnerables (Varela y Álvarez-Uría 1989), pero también constitutiva del
sujeto común sometido a la vacuidad narcisista del hiperindividualismo y los
imprevisibles vaivenes de la sociedad líquida del capitalismo global acelerado
(Lipovetsky 2002, Bauman 2002). Una identidad débil, fragmentaria e inestable,
predispuesta al malestar psicológico (Sennett 2000, Ehrenberg 2000) y que
precisa de un constante apuntalamiento mediante muletas psi. De esta
manera, además del desigual apoyo proporcionado por las formas tradicionales de
psicoterapia, asistimos a la proliferación de innumerables variantes
terapéuticas y otras formas de parcheo psicológico contemporáneo como el
coaching, la autoayuda, la perversa plaga del pensamiento positivo (Ehrenreich
2011), las drogas o los fármacos, cuyo efecto analgésico facilita la
continuidad de unas relaciones sociales en su mayor parte instrumentalizadas y
alienantes.
2. El patriarcado y la
configuración de género de la subjetividad
2.1. El patriarcado y la ética
del cuidado
Las estructuras sociales del
capitalismo se desarrollan en el contexto de la sociedad patriarcal -y más
concretamente, heteropatriarcal- con la que se encuentran entrelazadas. El
patriarcado impone una división sexual
del trabajo, o mejor dicho, una división del trabajo según parámetros del
constructo sexo-género. De este modo, del lado del varón recae el grueso del
rol productivo de bienes y mercancías. Pero además de la (re)producción de sus
medios de subsistencia, toda sociedad precisa igualmente la (re)producción de
los propios productores. Este será el rol reproductivo de la fuerza de trabajo
delegado en la mujer.
En el capitalismo, dicho rol
reproductivo se encuentra excluido del circuito mercantil. De esta manera, el
trabajo “femenino” de reproducción, doméstico y de cuidados, es objeto de
exclusión e invisibilización social. Se ubica fuera del mercado laboral, carece
de remuneración salarial y, en consecuencia, resulta invisible desde la
perspectiva de la contabilidad mercantil que impera en la sociedad capitalista.
La mujer presenta entonces una inevitable dependencia económica respecto del
varón y su actividad laboral remunerada.
Por otra parte, el cuerpo y la
subjetividad de la mujer son objeto de un férreo control social. Los conceptos
foucaultianos de biopolítica y biopoder encuentran aquí su campo de aplicación
privilegiado. La reproducción de la estructura social precisa controlar la
actividad del cuerpo femenino en lo referente al sexo y la reproducción. El
capitalismo, además, tendrá especial interés en que la actividad sexual de la
mujer se encuentre subordinada al fin reproductivo, garantizando la
sobreproducción de la fuerza de trabajo, con la consiguiente sobreoferta de
mercancía laboral que permita controlar a la baja los salarios y aumentar la
extracción de plusvalía. De igual manera, buscará que la actividad sexual y
reproductiva de la mujer, así como los frutos de la misma, estén sujetos a los
parámetros de la propiedad mediante la reglamentación legislativa de la
estructura familiar. Las conceptualizaciones del género femenino estarán
limitadas, en función de su inclusión o divergencia respecto de la normatividad
social, a las clásicas figuras de la esposa, la monja o la santa, la puta y la
bruja. Resulta significativo que esta última figura era el destino de aquellas
mujeres de clase baja que cometían robo, mendicidad, aborto, prostitución o
seducción de un miembro de clase alta, es decir, que atentaban contra la
propiedad, la ética del trabajo o el rol femenino reproductivo de la fuerza de
trabajo (Federici 2010).
Dependiente en términos
económicos materiales, legales, culturales e interpersonales, la subjetividad
femenina se articula según directrices de la ética del cuidado. Su identidad toma como eje central la
subordinación al otro. El padre, el marido y el hijo constituyen, a su vez, la
referencia preferente del otro masculino. En el malestar psíquico de la
identidad femenina tradicional cobra especial relevancia el conflicto neurótico
entre los ideales represores de subordinación ascética y la compensación
narcisista demandada por una autoestima devaluada y vulnerable. Este conflicto
encuentra entre sus principales expresiones sintomáticas la dependencia
afectiva, la culpa y la depresión (Adánez 2013).
2.2. Acceso laboral, doble rol
femenino y cosificación consumista
Frente a la anterior identidad
femenina “tradicional”, la configuración de la subjetividad femenina “moderna”
del capitalismo pseudodemocrático es efecto de una incompleta y paradójica
liberación social. Aunque lejos de una efectiva igualdad de condiciones, la
mujer accede al mundo laboral remunerado, lo que facilita su acceso a la
independencia económica. No obstante, permanece anclada en el ámbito doméstico,
donde el varón no ha efectuado la incursión correspondiente.
De este modo, la mujer se ve
sometida a una doble presión, efecto de un doble rol social. A la presión del
rol reproductivo, la “superwoman” añade la presión del rol productivo. A los
condicionantes del conflicto psíquico propios de la ética del cuidado, se suman
los propios de la identidad frágil y autorreferente de la ética del trabajo
evanescente de la era postfordista, junto con determinadas modulaciones del
imperativo del goce consumista.
En lo que respecta a los efectos
del capitalismo de consumo sobre la mujer, cabe señalar una triple dirección
confluyente: 1) la mujer como nuevo sujeto consumidor, 2) la mujer como objeto
de deseo y consumo por excelencia del sujeto general masculino, y 3) el cuerpo
de la mujer como objeto de inversión de sí misma en tanto “capital humano”
valorizable en parámetros estéticos. La identificación cosificadora de la mujer
con la dimensión objetiva de su imagen corporal se encuentra así potenciada de
manera superlativa.
La mujer presenta una mayor
vulnerabilidad psicológica real, que debido a los estereotipos de género es
percibida aún en mayor grado. El 85 % de los psicofármacos (ansiolíticos y
antidepresivos) son suministrados a mujeres, frente al 15 % suministrado a
hombres (Arias 2013), mientras que el abuso de alcohol y drogas ilegales se
mantiene superior en los adultos varones (Sánchez Pardo 2006). En la mujer
predominan los trastornos del ánimo (ansiedad y depresión), de somatización y
de alimentación -con un espectacular 95%-, mientras el hombre presenta en mayor
proporción trastornos graves de tipo psicótico (Caro 2001, Martínez Benlloch
2004).
2.3. Crisis y reactivación
patriarcal
Señalamos, por último, cómo la
crisis económica incide sobre la identidad de género femenina. Es palpable que
la crisis tiene una mayor incidencia en las mujeres. El punto de partida es un
desigual estatuto sociolaboral: las mujeres ocupan lugares inferiores en los
distintos ámbitos de la jerarquía social, reciben menor salario por el mismo
trabajo, trabajan en mayor proporción en la economía informal o sumergida y se
ven afectadas por una tasa de paro significativamente superior. Todas estas
condiciones se ven especialmente agravadas por la crisis (Castro 2013). Además,
los recortes sociales en servicios de cuidado, sanidad y dependencia afectan de
manera notable y directa a las mujeres, sobre cuya actividad recae el peso de
los mismos, “y el gobierno sigue recortando porque sabe que las mujeres harán
lo imposible para que sus familias sobrevivan” (Valverde 2013: 52). De este
modo, las fuerzas sociales internalizadas en el psiquismo femenino multiplican
la intensidad de la tensión existente entre los respectivos imperativos del
ámbito productivo y reproductivo.
Por otro lado, la crisis aumenta
la presión sociocultural del patriarcado. En la actualidad asistimos a una
creciente activación del neomachismo y de los roles de género tradicionales,
que prometen un ilusorio alivio del mercado de trabajo a la par que desvían la
atención del auténtico conflicto estructural de clases propio de la economía capitalista.
Huelga aclarar, dicho sea de paso, que si los roles de género tradicionales
merecen una valoración negativa es por su carácter de rígidos, impuestos y
excluyentes. En la actualidad constatamos cómo esta reacción emerge con fuerza
en casi todo el espectro social (Burgos y Solá 2013). En el ámbito de la
derecha sociológica, destacan la defensa ideológica de “la familia”
heteropatriarcal y la crítica igualmente ideológica del feminismo,
paradójicamente tergiversado por su dimensión deconstructiva como “ideología de
género”. Pero los elementos patriarcales también encuentran espacio en el
ámbito de la izquierda sociológica “radical”, con el rechazo del feminismo,
conceptualizado bajo el sesgo de “feminismo de estado”, y de las políticas
igualitarias, entendidas como artificios sustentadores de la opresión y
dependencia de la mujer (véase Esteban y Rodrigo Mora 2012, y la crítica de
Castaños 2013). Incluso se han abierto camino en el propio ámbito de la
psicología, mediante la promoción del supuesto “síndrome de alienación
parental” en los conflictos judiciales entre parejas por la custodia de los
hijos (Paz 2007, Escudero 2008, Gas y Martínez 2011). Se trata, en definitiva,
de una nueva vuelta de tuerca en los flujos de alienación social que inciden sobre
la subjetividad femenina.
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Somos humanos en unasociedad individualista, competitiva, excluyente. Vivimos una ardua tragicomedia. La salud mental es el largo y tortuoso camino deaprendizaje cotidiano, entorpecido por problemas intrínsecos a la condición humana, cuyo comportamiento no es ciencia exacta. Cuando, en su sociedad de referencia, la vida es inaceptable, el individuo sufre sentimientos de malestar, y expresa la falta de sentido de la propia existencia: dilemas sobre qué decisiones tomar, ahogos en un mar de
dudas, dificultades para adaptarse a ciertos valores morales, económicos,sociales, políticos; obstáculos que precipitan o producen angustia, discordia familiar, de pareja, problemas sexuales, fobias, estupidez, desempleo, incultura, inhibiciones. Incapaz de reflexionar en base a conceptos, éticas y hábitos de vida erróneos. Dividido y enfrentado a sí mismo, manifiesta síntomas agresivos de una des-estructuración personal que el organismo inventa para sobrevivir a situacionesinsostenibles. El bloqueo afectivo – única defensa en un mundo que no le ama, que no le ve, que no le oye- corta el diálogo, inexistente, con el exterior. Surgen entonces inhibiciones más profundas que reprimen nuestra realización personal.
Hablo de una locura que no es genial, sólo sufrimiento y devastaciónmientras domina el episodio. El loco no es representante de la libertad y lagenialidad; es una persona que sufre las fallas de un sistema socialalienante que medicaliza el sufrimiento, con la complicidad de unapsiquiatría que tapa las fracturas sociales con cemento farmacológico, sin pensamiento crítico, que menosprecia derechos y libertades. Autoridades que nos dan medicamentos, nos desconectan y nos hunden todavía más en la oscuridad. Así sólo vemos el lado negativo del sufrimiento,convirtiéndonos en zombis extraviados. Mudos.
Malditos, condenados sin defensa, sólo por juicios morales, basados en la observación o la opinión. Porque, aunque legalizados, no son hechos médicos o científicos, carecen de leyes o hipótesis que puedan ser sometidas a experimentación. Son sólo dogmas, como el origen genético de la enfermedad mental, patético, cuando la ciencia establece que los genes no determinan nada ensí mismos, solo determinan ciertas cosas en entornos concretos. No tiene sentido hablar de lo que hace un gen, especialmente respecto al comportamiento humano.La psiquiatría parece tener todas las respuestas, pero admite que no puede curar los trastornos que trata, solo incapacita. Soluciones ineficaces que gozansocialmente de amplia aceptación para someter al loco.
La conciencia de sufrir una enfermedad crónica e incurable, lejos de contribuir a una vida mejor, hace sentirse al individuo desdichado e infeliz, inferior, sin futuro, destinado a padecer de por vida el estigma y las variadas formas de sanción social que como pena tiene merecido. Queda condenado a la pobreza, la incomprensión, desamor, locura, suicidio, desolación. Sólo queda la sumisión al sistematerapéutico, que lo ha marcado como esquizofrénico, término que refiere más a una categoría de persona que a una categoría de enfermedad. ¿Quién estigmatiza? Obligado a aceptar el rango inferior, a seguir fielmente el tratamiento hasta aceptar,con desesperanza e impotencia, como propio un estado cronificado ante la vida. Socialmente débil, generador de ira y miedo, incluso de uno mismo; un estado de indefensión que le inmoviliza emocional, mental y físicamente. Surge entonces la automarginación, que añadida a los prejuicios sociales que todos conocemos, desemboca en pobreza, madre de todos los males, que le hace aún más dependiente de los servicios sociales, hasta diluirse como individuo. Éste es el círculo vicioso de la enfermedad.
Por una voz propia.
LA SUTIL FRONTERA,
Joan García (Radio Nikosia)
Somos humanos en unasociedad individualista, competitiva, excluyente. Vivimos una ardua tragicomedia. La salud mental es el largo y tortuoso camino deaprendizaje cotidiano, entorpecido por problemas intrínsecos a la condición humana, cuyo comportamiento no es ciencia exacta. Cuando, en su sociedad de referencia, la vida es inaceptable, el individuo sufre sentimientos de malestar, y expresa la falta de sentido de la propia existencia: dilemas sobre qué decisiones tomar, ahogos en un mar de
dudas, dificultades para adaptarse a ciertos valores morales, económicos,sociales, políticos; obstáculos que precipitan o producen angustia, discordia familiar, de pareja, problemas sexuales, fobias, estupidez, desempleo, incultura, inhibiciones. Incapaz de reflexionar en base a conceptos, éticas y hábitos de vida erróneos. Dividido y enfrentado a sí mismo, manifiesta síntomas agresivos de una des-estructuración personal que el organismo inventa para sobrevivir a situacionesinsostenibles. El bloqueo afectivo – única defensa en un mundo que no le ama, que no le ve, que no le oye- corta el diálogo, inexistente, con el exterior. Surgen entonces inhibiciones más profundas que reprimen nuestra realización personal.
Hablo de una locura que no es genial, sólo sufrimiento y devastaciónmientras domina el episodio. El loco no es representante de la libertad y lagenialidad; es una persona que sufre las fallas de un sistema socialalienante que medicaliza el sufrimiento, con la complicidad de unapsiquiatría que tapa las fracturas sociales con cemento farmacológico, sin pensamiento crítico, que menosprecia derechos y libertades. Autoridades que nos dan medicamentos, nos desconectan y nos hunden todavía más en la oscuridad. Así sólo vemos el lado negativo del sufrimiento,convirtiéndonos en zombis extraviados. Mudos.
Malditos, condenados sin defensa, sólo por juicios morales, basados en la observación o la opinión. Porque, aunque legalizados, no son hechos médicos o científicos, carecen de leyes o hipótesis que puedan ser sometidas a experimentación. Son sólo dogmas, como el origen genético de la enfermedad mental, patético, cuando la ciencia establece que los genes no determinan nada ensí mismos, solo determinan ciertas cosas en entornos concretos. No tiene sentido hablar de lo que hace un gen, especialmente respecto al comportamiento humano.La psiquiatría parece tener todas las respuestas, pero admite que no puede curar los trastornos que trata, solo incapacita. Soluciones ineficaces que gozansocialmente de amplia aceptación para someter al loco.
La conciencia de sufrir una enfermedad crónica e incurable, lejos de contribuir a una vida mejor, hace sentirse al individuo desdichado e infeliz, inferior, sin futuro, destinado a padecer de por vida el estigma y las variadas formas de sanción social que como pena tiene merecido. Queda condenado a la pobreza, la incomprensión, desamor, locura, suicidio, desolación. Sólo queda la sumisión al sistematerapéutico, que lo ha marcado como esquizofrénico, término que refiere más a una categoría de persona que a una categoría de enfermedad. ¿Quién estigmatiza? Obligado a aceptar el rango inferior, a seguir fielmente el tratamiento hasta aceptar,con desesperanza e impotencia, como propio un estado cronificado ante la vida. Socialmente débil, generador de ira y miedo, incluso de uno mismo; un estado de indefensión que le inmoviliza emocional, mental y físicamente. Surge entonces la automarginación, que añadida a los prejuicios sociales que todos conocemos, desemboca en pobreza, madre de todos los males, que le hace aún más dependiente de los servicios sociales, hasta diluirse como individuo. Éste es el círculo vicioso de la enfermedad.
Por una voz propia.
Vivir en libertad para construir nuestra propia experiencia, historia e identidad.
Libertad para reflexionar y expresar nuestra realidad, nuestras percepciones y deseos, qué nos preocupa, qué desafiamos, cómo es nuestra relación con el sistema social. Romper los limites establecidos para luchar por nuestro propio desarrollo y expansión, sin conflicto interior-exterior, cuya expresión individual facilite el surgimiento de un carácter con una natural adaptación dinámica de la condición humana a la estructura social en su momento histórico. Apreciamos la independencia y nos disgusta el conformismo, cada vez mayor, que el sistema actual introduce en nuestros conocimientos, valores y actitudes. Luchamos por crear condiciones de aprendizaje capaces de favorecer la confianza en uno mismo. Desde el equilibrio, diario malabarismo interior, para no caer en el pozo negro de la locura. Dignidad para cultivar los propios desacuerdos con los demás, osadía para manifestar un comportamiento individual o antisocial, para pecar de lo distinto. Valor para ver lo que nadie quiere ver. Descubrir y contar lo que nos quita la felicidad. Reivindicar el afectuoso cariño que transmite un cálido abrazo, tan sencillo, tan humano, tan escaso.
Entre la salud y la enfermedad, se abre un tercer camino, Radio Nikosia, el de la disponibilidad para uno mismo, el de la acción y el riesgo: somos lo que contamos, sólo una chispa de existencia pero todavía con vida para contarlo. Para formar, informar y deformar lo que transmite la sociedad bienpensante…conversar, conversar… Hay quien habla de la radio terapéutica, sí, pero tiene que curar a esta sociedad normópata enferma de ignorancia, que sin conocerlo, prejuzga y estigmatiza, para el resto de su vida, al diagnosticado de lo que llaman un trastorno mental severo. Porque en un mal momento estaba en el lugar equivocado, con la gente equivocada que, asumiendo el papel de policía de salud mental, dio el primer paso hacia el que será un cambio radical en una biografía personal truncada porque juzgan que tiene una extraña enfermedad crónica, de tratamiento obligatorio con drogas duras. Es el sistema el que nos rompe el curso vital y no nos ofrece ninguna alternativa a cambio.
Incapacitado, discapacitado, enfermo, marginado, estigmatizado, rechazado. Hay que reconocer que esto es una problemática diferente. ¿Enfermedad? Si la hay, el remedio es peor que la enfermedad: encierro, tratamientos agresivos, medicación con terribles efectos secundarios, desautorizado como persona, roto el vínculo con el mundo.
Viajamos constantemente a un lado y a otro de la frontera, entre razón y locura, y desde este vaivén contamos nuestra historia, que es tan real y legitima como cualquier otra. Tarados por la medicación y el entorno, comunicarnos nos ayuda a coordinar otra vez el mundo desde la palabra a todos los niveles. Las ondas de Radio Nikosia canalizan lo que no se quiere oír, unas voces que aun existiendo no están… ya que su entorno próximo, a causa de un diagnóstico, no las valora como legítima manifestación de unas personas con derecho a expresarse. Nuestra voz se transforma en el puente entre los otros y nuestros mundos interiores. Frente a la angustia de perder para siempre la unión con el mundo, ese puente puede reconstruirse, entrando en una nueva relación con el exterior: activa, responsable y propia. Expuestos en sociedad para que ésta redefina al enfermo mental.
Somos como somos. Y no estamos solos.
Poner en cuestión tanto la enfermedad mental como la psiquiatría que medicaliza la conducta de aquellos que no se comportan como el grupo. Abrir una brecha en la estrecha cerca del pragmatismo dominante, despertar inquietudes que interpelen el intento tramposo de explicar todo el universo desde un solo lenguaje y un pensamiento único. Porque nadie es normal. Desde fuera del aparato de salud –de la enfermedad mentalse mitifica la locura –romper las cadenas de la razón, creación lírica, marginalidad cultural- como una tentativa extravagante para no adaptarse a las seudo-realidades alienantes. Pero hay que hacer ver que la salud mental es un concepto éticamente dañino, pues no es más que una cortina de humo de problemas económicos, existenciales, morales y políticos, que no requieren terapia médica, sino alternativas económicas, existenciales, morales y políticas.
Eleanor Longden: "Las voces en mi cabeza"
[Fuente: "Primera vocal.
Archivo de Textos sobre Salud Mental y Revuelta" :http://primeravocal.org/eleanor-longden-las-voces-en-mi-cabeza/]
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